enseñar para qué


ENSEÑAR PARA QUÉ
Desde que los griegos de los siglos V y IV aC activaran su paideia (su educación para los que han de ser ciudadanos), y seguramente desde antes y en otros lugares a los que nuestra ciencia de la Historia no ha llegado, ha resultado socialmente conveniente que los que saben más, porque han acumulado más experiencias y han tenido más tiempo para reflexionar sobre ellas, se sitúen frente (o entre: mayéutica) los que tienen menos conocimientos, y hagan por poner a disposición de la sociedad tales conocimientos basados en esas experiencias y reflexiones. Eso ha sido y es enseñanza, educación, pedagogía, magisterio, docencia... Es una técnica (tekné), no es una ciencia (episteme). No va buscando la comprensión tanto como la acción y el aprovechamiento de unos recursos, en este caso los recursos y los capitales humanos. Hay desde entonces, desde los antiguos griegos, un debate sobre la justificación de aquella paideia: Enseñar, educar, impartir docencia... para qué. Responder de una forma o de otra define la pedagogía de la que se trate en cada caso. El que lleva este blog, profesor en activo de Secundaria, tiene el convencimiento de que lo suyo (lo mío) es enseñar para no resignarnos a este estado de cosas que nos anonada como personas humanas que somos. No es la razón la que gobierna el mundo. Y la enseñanza debería allanar el camino para que esto acabara sucediendo algún día en alguna parte, empezando, tal vez, por el mundo que nos pille más cerca.

jueves, 26 de febrero de 2009

La Educación para la Ciudadanía en sus propios términos. Segunda toma.

Cardenales, prelados, obispos, párrocos, sedicentes 'cristianos de base', defensores de la familia única y española, partidarios del antievolucionista diseño inteligente, y no se sabe cuánta santa gente más, ávidas todas ellas de vida eterna, e inquisidoras de las múltiples desviaciones morales propias del mundo moderno se manifiestan como auténticos especialistas en el tema de la Educación para la Ciudadanía. Nunca se había dado una avalancha tal de intrusismo en una práctica docente. De golpe y porrazo parece como si aquí medio país se hubiera dado a la reflexión sobre temas interesantes a la práctica docente en general, y sobre 'educación en valores' en particular. Y entonces todos entienden y todos se explican estupendamente (estupendamente mal). Pero cualquiera que tenga un poco de ojo crítico sabe que en el fondo de tanta invectiva no hay más que el intento de la rancia derechona de siempre, la que viene de Covadonga, coaligada con la conferencia episcopeal de degastar al Gobierno que ha impulsado la Ley Orgánica de Educación, el gobierno del PSOE. Mientras tanto los profesores que la imparten y los alumnos que se benefician académicamente de esta impartición están más callados que en misa (es un decir), trabajando unos contenidos y haciendo por enterarse de los fundamentos de esta práctica: la práctica de la ciudadanía. "¿Os parece que os estoy yo adoctrinando en el espíritu de un catecismo socialista?" Les pregunté el otro día a los chavales de un grupo de 4º de ESO en una clase de Educación Ético Cívica. No me respondieron, claro: No sabían de qué puñetas les estaba hablando.
Claro que no lo sabían. Pero es que yo, que soy profe 'de la materia', tampoco lo sé.Y es que son muchas las sandeces que se dicen y escriben sobre esta disciplina: que si adoctrinamiento, que si ideologización, que si práctica contraria al derecho que asiste a los padres a educar a sus hijos en unos valores, que si catecismo socialista, que si propaganda de la 'ideología de género', que si propaganda abortista, que si... que si pitos y que si flautas. No van bien, no van bien: no es por ahí por donde un cristiano ha de enfocar su postura ante la educación en valores que el Estado tiene la obligación de impartir, y que el Estado imparte de hecho, aunque pueda no creerse en la obligación de hacerlo. Porque ser ciudadano sólo se sostiene desde una práctica que en primera instancia ha de ser educacional. Definitivamente no váis bien benignos, roucos, cañizares, y demás oscurantistas personas. Todavía, al parecer, os queda por recorrer un largo trecho para saber moveros en un régimen que no imponga vuestras santísimas ideologías como normas de obligado cumplimiento. Pero no os queda otra. A ver si os vais enterando, que ya va siendo hora.

Por cierto que aquel que quiera hablar con propiedad sobre esta materia lo que tiene que hacer es dejarse de benignas zarandajas y leerse y trabajarse directamente el Decreto por el que se aprueba la LOE en mayo de 2006 [BOE nº 5 de 5 enero 2007-RD 1631/2006] y es allí donde encontrará los contenidos y las finalidades educativas que informan curricularmente a esta materia desde 3º de ESO hasta 1º de Bachillerato. Con el siguiente escrito pretendo facilitarles un poco esta tarea a quienes estén por la labor de enterarse de qué va la EpC. Lo escribo, pues, a título de introducción.

Va pues.


La Educación para la ciudadanía en sus propios términos.

 
Seguramente en los anales de los debates mediático-políticos desde que Castelar pronunció en 1870 en el Salón del Congreso su discurso contra la esclavitud no se encontrarán muchos precedentes de alguno en el que como en este de la EpC se hayan manifestado tantísima gente cuya competencia en la materia de la que se trata sea tan manifiestamente escasa o nula. Han hablado y han sentenciado sobre el tema, además de la ‘clase política y periodística’ y de los jueces y magistrados a los que les compete el asunto toda clase de personal subsidiario y cercano o proclive a los planteamientos de la derechona episcopaliano-católica española, que, en vista del amedrentamiento de las autoridades civiles, cada vez se siente más fuerte y más pletórica ante este enemigo felón, ateo y antiespañol: el tremendo leviatán cuyo cuerpo está constituido por todos aquellos que estiman que la EpC, en realidad, no es especialmente nociva para nuestros jóvenes y por todos aquellos que estimamos que la susodicha EpC no es más que una materia timoratamente regulada por unas autoridades que, al fin y al cabo y después de lo que estamos viendo y oyendo, no parece que hayan hecho muy mal en introducirla en el currículo. Porque está claro que hacía falta: educación, y educación para la ciudadanía. Aunque me parece que a muchos mayores con pinta de personas sensatas y responsables les haría más falta esa educación que a muchos de los alumnos de ESO y bachillerato a los que va dirigida.
Con ánimo de despejar un tanto el debate y referirlo a sus términos el profesor de Filosofía y de Ciudadanía que firma este escrito ofrece a la pública consideración los siguientes extremos que, a lo mejor, pudieran resultarles interesantes a aquellos alumnos, padres, tutores y educadores (docentes y no docentes) que estamos en la tarea. Y también a todos estos espontáneos que un tanto irresponsablemente se lanzan al ruedo a soltar aleluyas al son de la mortificante guitarra de Kiko Argüello.
No es del todo cierto, como ha sostenido recientemente el Sr. Delegado de Educación de la Provincia de Málaga, que esta asignatura se imparta actualmente ‘sólo para alumnos de 3º de ESO (15 años) durante una hora a la semana’ y que en Andalucía la cursan unos cien mil alumnos. Es más cierto que la asignatura ‘Educación para la Ciudadanía’ no la está cursando ningún alumno, ya que no existe como tal. La Educación para la Ciudadanía es más bien una materia educativa que se desglosa curricularmente en tres asignaturas distintas y complementarias, a saber, la Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos (3º de ESO: una hora semanal), la Educación Ético Cívica (4º de ESO: dos horas semanales), y la Filosofía y Ciudadanía (1º de Bachillerato: tres horas semanales). Dándose además la circunstancia de que este curso se están impartiendo, y por primera vez, las tres asignaturas, ya que el desarrollo del nuevo Bachillerato que se ha iniciado este curso hará posible que se contemple en las programaciones didácticas de los Centros por vez primera todo el tramo curricular correspondiente a tal materia (la famosa EpC).
No es cierto en absoluto que esta asignatura sirva (en realidad no sirve a nadie, como escribió el almo Deleuze sobre el qué de la Filosofía) para rechazar la homofobia o los prejuicios anticientíficos que algunos sostienen ante los avances de la ciencia biomédica, como también sostuvo el Sr. Delegado en un medio de la provincia el pasado 3 de febrero, apoyándose en unos insufribles microrrelatos ejemplares (SUR, 3 de febrero, Tribuna abierta: “Educar para la vida”). Esta asignatura, como todas las que componen el currículo en la ESO y el Bachillerato tiene unos objetivos, unos contenidos educacionales, y hasta unos criterios de evaluación establecidos por decreto, y en éstos no se establecen servidumbres tales (ver pp. 715-721 del BOE nº 5 de 5 enero 2007 en las que se publica oficialmente el RD 1631/2006, por el que se establecen las enseñanzas mínimas correspondientes a la Educación Secundaria Obligatoria, y especialmente la p. 718 en la que figuran los objetivos y contenidos de las materias Educación para la ciudadanía y los derechos humanos y la Educación Ético-cívica en Secundaria obligatoria). Serán, en todo caso, la interpretación de los apartados de este decreto en lo que toca a la EpC por parte de los programadores educativos de los centros (los departamentos didácticos), de los redactores que trabajan para las editoriales y, en última instancia, de los profesores que imparten las distintas asignaturas de EpC las que podrían interesar o no a estos ‘tremendos’ temas de la homosexualidad, la diversidad familiar, la despenalización del aborto, el uso del preservativo o la eticidad de los trabajos biomédicos que tanto preocupan a los que le preocupan estos temas, y que en todo caso no son —no lo han de ser— los propios de la materia. Sí lo son los contenidos y objetivos o finalidades educativas a los que antes aludimos y que cualquiera puede analizar y considerar abriendo el BOE por las páginas antes señaladas. En ellas quien quiera informarse sobre estos contenidos sin hacer extrañas cábalas se encontrará con otra líneas temáticas bien distintas como lo son las que tocan el respeto a los principios democráticos de convivencia, la iniciación a la práctica del diálogo, la tolerancia ante distintas formas de concebir la vida, la dimensión moral de la amistad, la diversidad del hecho familiar, la Constitución y los valores que la soportan, las distintas definiciones de democracia, el principio de la no-violencia, el del no-sexismo, la promoción de las buenas maneras cívicas y la educación vial, el conocimiento exhaustivo de los Derechos Humanos y de los organismos nacionales e internacionales que los promueven, los fundamentos históricos y filosóficos de la ética cívica…).
No es verdad, por último, que los padres tengan un derecho absoluto de educar a sus hijos como mejor les pete, ni tampoco que la Constitución sancione tal derecho. El derecho de los padres a educar a sus hijos de una forma o de otra, y de inculcarles unos valores u otros es más relativo que absoluto, y el fundamento de esa relatividad es que hay valores (antivalores) que nadie puede hacer por valer en una sociedad democrática. Por ejemplo, aquí, en los países de España, ningún padre puede inculcar en sus hijos antivalores afectos al racismo, la violencia sexista, la segregación social, la violencia contra los desclasados o los marginales, y otros antivalores. No señores, no pueden. Mejor dicho, no deben. Y la diferencia entre el poder y el deber, y la existencia de una instancia intermedia llamada ‘libertad’ y de otra llamada ‘ley’ sí que son temas y contenidos propios de una muy necesaria educación para la ciudadanía.

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